Por: María Virginia / @VirginiaMGA.
Durante estos 15 años de mi vida vi como primero, poco a
poco, las distintas marcas de los diferentes alimentos iban desapareciendo de
los anaqueles, para ese entonces mi preocupación con respecto a eso era solo
conseguir la marca de galletas que me gustaba.
He visto como pasó en los supermercados, de desaparecer marcas a
desaparecer productos totalmente, vi
como las colas en los supermercados se engrandecían pero los carritos de mis
padres y el de los demás cada vez se ponía más escaso, hasta llegar a lo que
somos hoy: un sinfín de colas fuera de los supermercados esperando para que nos
despachen uno o dos tipos de producto.
Entre en el colegio,
fui aprendiendo de historia y me tope con una realidad tan obvia, que
hasta ese momento había sido totalmente ignorada por mí y por mi entendimiento
de infante, porque yo jamás había vivido esa realidad. Me di cuenta que existía la posibilidad de cambiar de
presidente y la verdad no entendía por qué aquí no ocurría eso. Recuerdo que
mis maestros me decían: “Sí el gobernante es bueno, es reelecto.” Otra araña
tejiendo incomprensión en mi cabeza: ¿Cómo se es reelecto si escucho a mis
padres quejarse siempre de sus malas políticas? ¿Cómo es reelecto si la empresa
petrolera hace un paro por sus malas políticas? No debía, para entonces,
preocuparme demasiado por tener ese tipo de interrogantes. Seguí con mi niñez…
Tuve que afrontar, luego, los problemas familiares y
económicos que tuvo la repercusión del paro petrolero y las firmas para el
referéndum con desagrado, molestia, porque obviamente, mermaron las comodidades
a las cuales estaba acostumbrada para entonces. La realidad y aquellas
preguntas que me planteaba cuando era más niña volvían a tocar el timbre de mi
consciencia.
Crecí, en estatura y conocimiento. Se me fue despertando la mente ante las cosas, ya era capaz de formar opiniones autónomas y críticas acerca de algunos acontecimientos, mis intereses se fueron definiendo y empecé a buscarle respuestas a esas preguntas que desde niña me hacía.
Crecí, en estatura y conocimiento. Se me fue despertando la mente ante las cosas, ya era capaz de formar opiniones autónomas y críticas acerca de algunos acontecimientos, mis intereses se fueron definiendo y empecé a buscarle respuestas a esas preguntas que desde niña me hacía.
Había crecido con un hombre hablando maravillas del país y de
sus hazañas, profesando un gran amor
hacia la “patria”, mostrando cuanta “cosa buena” hacia por el país. Salía de mi
cuarto, me alejaba del televisor con el señor hablando y escuchaba las quejas
de mis familiares acerca de que el salario no les alcanzaba, de que “fulanito”
se había ido a trabajar al extranjero y estaba de “maravilla, mejor que aquí”,
veía como se intercambiaban azúcar, leche y aceite entre ellos porque no se conseguía
nada de eso, llegaba otro con alguna noticia de algún familiar robado o con
noticias de personas conocidas asesinadas por el hampa.
Salía a la calle y me daba cuenta de cómo papá le pasaba
seguro a las puertas del carro en los semáforos, de cómo mamá me decía que no le agarrara “ni
un papel” a nadie en la calle, de cómo me mensajeaban preocupados porque ya
eran las siete de la noche y querían saber dónde estaba, acotando que no podía
volver tarde a casa. Me daba cuenta cómo mamá andaba alerta en el transporte
público, cómo mi abuela se quejaba de la especulación en los abastos y hasta en
el mismo mercado municipal. ENTONCES NO ENTENDÍA LO QUE DECÍA ESE SEÑOR EN EL
TELEVISOR. Todo lo que hablaba me parecía tan lejano a la realidad, yo moría por
saber dónde estaba su labor, dónde estaban sus obras, todo lo que decía que
había hecho y transmitía por televisión, quería verlas, disfrutarlas, formar
parte ellas, porque aquel hombre que profesaba un amor tan fervoroso a la
nación no podía estar mintiendo. Pero la verdad es que, en mi memoria no tengo
ningún recuerdo agradable sobre algún encuentro con las “obras de la
revolución”.
Seguí desarrollándome.
Empecé a disfrutar de los ligeros vestigios de independencia que te
proveen los años, aunque ahora era yo la alerta en el transporte público, en
las calles, era yo la que andaba pendiente mientras caminaba, de no sacar el
celular porque a mis amigos semanas antes los habían robado caminando por la
misma calle.
Entré más en contacto con la gente y la sociedad. Me monté en taxis conducidos por ingenieros,
abogados, contadores, administradores que solo decían que no había trabajo o
que sus trabajos profesionales no eran tan bien remunerados como sus trabajos
de choferes. Me topé con médicos que se
quejaban incansable y permanentemente de la falta de insumos, transporte,
tratamiento médico, personal, falta de estructura y espacios adecuados en los
hospitales. Familiares profesionales quejándose de que el personal obrero de la
institución o empresa donde trabajan gana casi su salario, otros, trabajadores de empresas gubernamentales
quejándose de que su superior no tenía ni siquiera el mismo nivel académico que
él, que solo estaba allí porque militaba y profesaba lealtad absoluta a un
partido político. Mientras, a mí me cortaban la luz tres veces a la semana
(cortes programados) y me enseñaban en el liceo todos los recursos naturales
que tiene Venezuela, la gran potencia
petrolera que representa, la magnitud de ingresos que el petróleo provee y la
infinidad de usos y aprovechamientos que se le puede dar a tanto recurso natural.
Empecé a leer periódicos y a ver los noticieros. Escuchar que en Venezuela
mueren más de 30 personas diarias en manos del hampa. Leí cuanto artículo de
homicidio era reseñado, vi como los crímenes evolucionaron en el tiempo, como
pasaron de matar con una bala por un vehículo a matar con más de tres disparos
por un par de zapatos. Empecé a tener terror de mi país, de su gente.
Se dieron elecciones tras elecciones, de las cuales todos sabemos los resultados mientras mi incomprensión crecía. Por un lado profesaban que “esto es mejor que antes” -15 años atrás- por otro lado están los que se quejaban –como mi familia- que “estamos peor que antes” –principio del gobierno chavista-. Yo solo pensaba y sigo manteniendo mi punto de vista: ¿Cómo puede alguien como yo hacerse una buena opinión acerca de lo que es un buen sistema político si solo he crecido mirando todo desde un solo punto de vista? ¿Cómo puedo decir que esto es malo o bueno en comparación con lo que vivimos o lo que podremos vivir si yo no he vivido algo viejo ni vivido algo nuevo, si solo he vivido lo que siempre ha estado y nunca ha querido dejar de estar? ¿Cómo es posible que los venezolanos dejen que su generación de relevo no sepa con certeza lo que es un buen sistema político?
Se dieron elecciones tras elecciones, de las cuales todos sabemos los resultados mientras mi incomprensión crecía. Por un lado profesaban que “esto es mejor que antes” -15 años atrás- por otro lado están los que se quejaban –como mi familia- que “estamos peor que antes” –principio del gobierno chavista-. Yo solo pensaba y sigo manteniendo mi punto de vista: ¿Cómo puede alguien como yo hacerse una buena opinión acerca de lo que es un buen sistema político si solo he crecido mirando todo desde un solo punto de vista? ¿Cómo puedo decir que esto es malo o bueno en comparación con lo que vivimos o lo que podremos vivir si yo no he vivido algo viejo ni vivido algo nuevo, si solo he vivido lo que siempre ha estado y nunca ha querido dejar de estar? ¿Cómo es posible que los venezolanos dejen que su generación de relevo no sepa con certeza lo que es un buen sistema político?
Como parece que aquí de los jóvenes como yo se han olvidado, hoy quiero alzar mi voz con este escrito. Yo me opongo a este gobierno porque soy joven y tengo que crecer, conocer, caerme y levantarme para aprender. Me opongo porque siento que me vendan los ojos ante la diversidad de pensamiento, de obra, de opinión y aunque no tenga apoyos históricos –mi historia, no la relatada por los libros ni la vivida por los demás- digo que lo que he vivido en 15 años no me gusta, porque no siento que camino hacia adelante, sino hacia atrás. Porque yo no quiero ser profesional y a la vez militante político para poder conseguir un trabajo, porque no quiero que en mi país haya profesionales de choferes porque no hay trabajo o porque su esfuerzo no es bien remunerado, porque yo quiero que en los hospitales no se pierdan más vidas de las que se deben por tanta falta y desidia.
Yo me opongo porque me duelen las muertes de mis hermanos
venezolanos, porque yo también tengo familia y sé que en cualquier momento
podría tocarles a ellos dejar ir sus vidas por un celular o un poco de dinero
en la cartera. Yo me opongo porque cada vez que salgo a la calle todos los días
veo como en este país se viola la constitución, se violan los derechos de los
demás y se violan las demás leyes establecidas de una manera tan impune y
descarada; porque ya me da indignación ver a un fiscal de tránsito manejando
moto y enviado mensajes de textos desde su móvil.
Yo me opongo porque me cansé de escuchar el mismo discurso en
la televisión, ese mismo que ahora tiene a policías y militares levantando las
armas contra su pueblo, con el fin de resguardar una ideología política y no a
una constitución y a unos ciudadanos, porque estoy cansada de escuchar el mismo
discurso que nos convirtió en esto: hermanos divididos, luchando entre nosotros,
levantando armas contra nosotros mismos
por intereses de gente indolente a todos. Porque ese mismo discurso es el que
hoy nos puso a tener que llenarnos de coraje para poder darle la mano y
respetar a una persona que no piensa como nosotros, algo que puede ser tan
cotidiano, para los venezolanos a estas alturas representa toda una hazaña
digna de admiración.
Merecemos todos una Venezuela que nos eduque, no solo
académicamente, sino que nos eduque a ser buenos ciudadanos, a no pasar nunca
por encima de la ley sin que esto tenga una consecuencia legal, que nos eduque
a saber que nuestro derecho termina donde comienza el derecho del otro. Porque
me cansé de ver como en este país por ideología o pensamiento la justicia es
selecta. Quiero una Venezuela que nos enseñe a querer y abrazar a ese que
piensa diferente. Porque nadie es dueño de la verdad absoluta y ese que piensa
diferente, a través de sus críticas, es el que te ayuda a limar tus fallas y a
ser mejor.
Yo quiero vivir en una Venezuela donde seamos útiles al país.
Que con el esfuerzo de nuestro trabajo, podamos surgir y progresar, sin
necesidad de estar esperando una beca o una casa que nos regale el gobierno, representando una carga más que un motor para
el progreso y el desarrollo. Yo lo que quiero que nos regalen son oportunidades
de estudio, de educación, que nos enseñen a vivir siendo útiles, utilizando
nuestros recursos y herramientas, más que a vivir de lo que nos pueden dar los
demás.
No quiero que se me juzgue por querer vivir bien a costa de
mi estudio y de mi trabajo sin pedirle, ni quitarle a nadie.
Yo quiero que el pueblo venezolano este por encima del socialismo, del comunismo, del fascismo, de la izquierda o de la derecha. Pienso que no hace falta seguir un movimiento político para brindar bienestar y calidad de vida a los ciudadanos, solo hace falta escuchar su clamor y atender a las necesidades que exigen siendo honestos y practicando un profundo amor hacia esta sociedad y hacia esta tierra.
Yo quiero que el pueblo venezolano este por encima del socialismo, del comunismo, del fascismo, de la izquierda o de la derecha. Pienso que no hace falta seguir un movimiento político para brindar bienestar y calidad de vida a los ciudadanos, solo hace falta escuchar su clamor y atender a las necesidades que exigen siendo honestos y practicando un profundo amor hacia esta sociedad y hacia esta tierra.
Yo quiero que la voz
de Venezuela sea una sola, no sean dos, tirándose la una a la otra, mientras
los venezolanos se matan unos a otros en una cola para comprar pollo o leche.
Yo no pienso permitir que este gobierno me siga llenando de
miedo hacia mi país y menos hacia mis hermanos venezolanos. Por eso hoy me
siento orgullosa de los estudiantes, me siento orgullosa de ser una estudiante,
me siento orgullosa, también, de todos aquellos que sin ser estudiantes se han
unido a la lucha que todos los que queremos una Venezuela mejor y que practicamos
un ferviente amor por ella, estamos llevando. A todos ellos les digo
¡GRACIAS! Por devolverme la esperanza cuando creí que ya nos habían robado por
completo la consciencia, por devolverme también la confianza hacia ustedes y
hacia esta sociedad.
¡QUÉ VIVA VENEZUELA Y QUÉ VIVA SU GLORIOSO Y BRAVO PUEBLO!
1 Comentarios
Esa es mi bella prima carajo!!!
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